Ilustraciones Surrealistas de la Subcultura Obscura/ Dark Culture

No se duerma en el Metro! (Cuento Corto)

Abrimos una nueva “Categoría: Cuento Corto” para recuperar algunos cuentos que han sido leídos en Hexen, independiente de las Postales de Media Noche (que en ocasiones incluye cuentos y que seguirán posteandose en el menú correspondiente), y que por su longitud no podíamos transcribir para que se conservaran en algun sitio de consulta permanente. Recuperar por un lado, y agregar por igual, nuevos relatos de una manera constante.

Para abrir esta categoría dentro del sitio, escogimos un cuento que con el paso del tiempo se sigue recordando y que ha sido leído en el programa un par de ocasiones. Un cuento escrito por Mario Mendez Acosta, publicado en 1994 por la Revista de Revistas y que llegó a nuestras manos a través de unas copias fotostáticas.

Imposible no recordar The Midnight Meat Train de Clive Barker de 1984 con su adaptación en cine en el 2008

No se duerma en el Metro!
Mario Mendez Acosta

Hay cosas en la vida, y eso incluye a esta Cd de México, que más vale que nunca averigüemos. La ignorancia nos permite dormir con placidez en la noche, y concentrarnos en nuestros respectivos trabajos. Por ejemplo: ¿Se ha preguntado usted qué les sucede a las personas que se quedan dormidas en el Metro, cuando éste llega a la Terminal de una línea, lo que causa que no escuchen la advertencia que les pide abandonar el vagón y sigan adelante en el mismo, adentrándose en un profundo túnel oscuro que aparentemente no lleva a ninguna parte? La verdad es que esa es una de esas cosas que en realidad no nos conviene averiguar, si es que queremos mantener la ilusión de que vivimos en un universo racional.

Sin embargo, no está de más tomar algunas precauciones sencillas, que bien pueden evitarnos experiencias en verdad lamentables. Una de ellas es la de no dormirnos nunca en el Metro; en especial, después de la puesta del sol. Para Arturo Marquina, periodista ya no tan joven, y autor ocasional de relatos de ficción científica, cuentos de horror y novelitas policiacas, ese descuido le produjo un extraño desarreglo que sus amigos califican casi de locura. Se niega Arturo, quien es una persona sensata, racional y de buen humor, a acercarse siquiera a las entradas al Metro. Se niega también a pasar por encima de las ventilas o registros del sistema de Transporte Colectivo de esta capital. En eso puede ponerse hasta agresivo y desagradable. Marquina se niega a hablar de esa extraña fobia que lo aqueja. Siempre logra desviar la conversación cuando se le interroga al respecto. Sólo una vez, en una cantina de Bucareli, después de varias horas de consumo y animada conversación, llegó un momento en que se puso serio e hizo una advertencia a uno de los amigos, que le dijo que usaba a el Metro cotidianamente y en especial a muy altas horas de la noche. “¿Llegas a alguna terminal a esas horas?, preguntó Arturo. Ante la respuesta afirmativa, nuestro amigo abandonó su discreción. “¿Tú has sabido qué le ocurre a las personas que se quedan dormidas en los vagones que siguen avanzando después de la última estación?-“La verdad, no”-repuso su compañero. “Yo sí lo sé”, continuó Arturo.”Esto que te voy a contar no es un cuento, te pido que me lo creas, por tu bien. Nunca lo repetiré ante ustedes”.

Fue hace justo un año. Serían cerca de las once de la noche y salía yo del trabajo después de un día durísimo. Tomé el Metro en la estación Hidalgo, y me dirigí hacia Tacaba. Ahí transbordé hacia Barranca del Muerto. Ya a esa hora, el Metro va casi vacío. Cerca de Tacubaya me quedé dormido. El tren llegó sin duda a la Terminal, sin que yo despertara. No oí la distorsionada voz de advertencia que sale del sistema del sonido, ni el insistente pitido del silbato electrónico que anuncia las paradas. Después, unos segundos después, cuando ya el vagón se dirigía hacia el inquietante túnel que continúa el trayecto, alcancé a ver el letrero y la insignia de mi estación de destino la cual quedaba atrás. Con preocupación y fastidio, pude ver que no iba solo. Unos asientos más adelante iba un tipo viejo y desastrado, en evidente estado de ebriedad que seguía dormido y cabeceaba con cierto ritmo. Pensé que quizá este tren cambiaría de vía y regresaría por el mismo trayecto en unos momento más. Pero no fue así.

“El vagón siguió adelante, se desvió hacia la derecha y después de avanzar varias decenas de metros, hizo alto en un lugar totalmente oscuro. El motor se detuvo y lo mismo la ventilación. El silencio más absoluto cayó sobre nosotros. Fue entonces cuando las luces se apagaron. Ahí, empecé a sentir algo de miedo. Había un poco de claridad, proveniente de la parte posteior del túnel. Por fortuna, traía mi linterna de bolsillo y además ésta tenía pilas. Me paré y me dirigí a mi aún dormido compañero de tribulación. Me acerqué a él y lo sacudí por el hombro. Me preguntó qué pasaba y rápidamente le expliqué nuestra situación. Respondió con una imprecación y puso su rostro contra la ventana para tratar de ver dónde nos hallábamos. Me di cuenta que este vagón se quedaría ahí toda la noche, por lo que me dispuse a tratar de forzar una de las puertas. Era inútil, me convencí que sólo saltando a través de una de las ventanas podríamos salir del carro. Fue entonces cuando oí un ruido en el techo. Algo cayó encima del vagón y recorría el techo. De pronto, se escuchó otro ruido en el extremo opuesto del carro. Dirigí el haz de mi linterna y pude ver una sombra que caía al suelo después de haber entrado por laventana. “¡Vaya, al fin!… ¡Oiga, necesitamos que nos ayude a salir!” No hubo respuesta. El borracho fue más directo. Avanzó hacia el intruso y lo tomó por las ropas. “¡Sáquenos de aquí! ¡Esto es un atropello, malditos burócratas!”. El extraño no respondió, sólo levantó una mano.

“A la luz de mi linterna pude ver que era blanca como la harina, delgada y fibrosa, y con unas larguísimas uñas que semejaban garras. Como un rayo, esa mano rasgó la garganta del pobre vagabundo. Fue entonces cuando vi el rostro del ser que tenía enfrente. Pálido, calvo, con enormes ojos amarillos, orejas largas, una nariz grotescamente respingada con dos protuberancias carnosas en la punta. Vi como abrió la boca llena de dispares y puntiagudos dientes, que pronto recibió el borbotón de sangre que salía del desafortunado pasajero. Fue en esos momentos cuando recibieron mis narices la patada del nauseabundo olor que despedía esa criatura. El espectáculo y el olor me hicieron de inmediato vomitar. En medio de las arcas de la basca, escuché otro ruido metálico detrás de mí. ¡Alguien más entraba al vagón por otra ventana! No esperé un segundo más. Me lancé hacia el primer intruso, que aún se cebaba en su víctima, y derribándolos a ambos llegué a la ventana por donde había penetrado el primer monstruo. Escuché un forcejeo detrás de mí, con el que sin duda el invisible perseguidor se abría paso también entre la pareja víctima-victimario que se interponía entre nosotros. Salté fuera del vagón y logré caer en el suelo sin dislocarme siquiera un tobillo. Emprendí la huída, como un poseso, hacia el extremo iluminado del túnel. Detrás de mí se dejaba oír un jadeo que acompañaba rítmicamente a un penetrante chillido.

“La luz aumentaba poco a poco. Sentía que mi perseguidor rápidamente iba descontando ventaja. Decidí voltear la cabeza… y quizá eso sea lo que más me ha desgraciado la vida de toda esa experiencia. Vi a un ser similar al que había despedazado al pobre ebrio en el vagón, nada más que éste mostraba una regocijada sonrisa idiota. En la penumbra del túnel veía su tez, amarillo limón, y su larga frente con que se relamía con anticipación. Por fortuna, de frente llegaba otro tren de vagones del Metro. Salté a su paso y alcancé la parte central del túnel. Mi perseguidor no quiso hacer lo propio. Recorrí los últimos metros que me separaban ya de la iluminada estación. Al llegar a ella, subí al andén. Justo a tiempo. Unos metros atrás la criatura, que se había desplazado por el techo del túnel, asida de sus largas garras, tanto de manos como de pies, cayó detrás de mí y alcanzó a lanzarme un zarpazo a la pantorrilla”.

Arturo nos mostró una cicatriz, que aún dejaba ver las huellas de una prolongada infección que apenas había sido dominada.

“Ya en el andén, emprendí la carrera hacia la calle. No me detuve hasta llegar a mi departamento, donde atranqué la puerta y me refugié en un garrafón de mezcal.

“Me expliqué por qué en los talleres del Metro se trapea y se friega con tanto esmero el piso de los vagones todas las mañanas. ¡No se duerman en el Metro! Si lo hacen, corren el peligro de, por lo menos, no volver a dormir nunca más con tranquilidad”..

21 responses

  1. Kike Bazail

    Gracias por compartir amiga Clauzzen!!!

    August 23, 2016 at 11:22 pm

  2. Abraham

    Esta historia la escuche, en la difunta estación Rock 101, en el programa de Iñaki Manero “En los cuernos de la luna” su narración no tiene comparación

    August 23, 2016 at 5:17 pm

  3. Pijaben .

    Wow! muy escalofriante cuento quede impactada y con la duda si eso aún seguirá existiendo.

    August 23, 2016 at 4:40 pm

  4. Llevaba años buscando precisamente este cuento. Gracias. Buenas Lunas

    May 9, 2014 at 1:37 pm

  5. Clauzzen!!, yo igual recuerdo ese cuento, y las madrugadas “en los cuernos de la luna”, “la gaveta 12” el la ya desaparecida y querida estación “rock 101” y después en “óxido”. Saludisimos mujer, soy fan de ti y también de Iñaquí.

    February 23, 2014 at 12:32 pm

  6. Eduardo V R

    Wow! Wow! Wow! Q cuento ese tipo de historias son las q me gusta leer…donde nos hace recordar aquellas pequeñas pesadillas q creímos haber olvidado. Jajaja!!! Yhea…eso me deja 1 buen sabor d boca =D

    July 8, 2011 at 12:52 am

  7. Maravilloso cuento!!! Más porque lo leíste en Hexen hace tiempo y porque soy aficionado del Metro!! Aunque el cuento me recuerda a lo que hacen recientemente de prohibir el paso a los últimos vagones a las 22 hrs., aunque muchos de nosotros ya sabemos por qué… ¡¡La leyenda del vagón mágico!!

    April 6, 2011 at 1:33 am

    • HOLA. YO NO SE ESO DE PORQUE NO DEJAN USAR ESOS VAGONES A ESA HORA? CASI NO USO EL SUBTE. ME PODÉS CONTAR AMIGO?

      August 3, 2012 at 12:06 am

  8. Daniel Paredes

    Ese legendario cuento. Sí, recuerdo decir a Iñaki que le habían perdido esas copias. La misma que ensuciaba con chocolate sus libros. Aquellos días de encuentros entre Gaveta 12 y En los cuernos de la luna.

    April 4, 2011 at 7:26 am

    • JAJAJAJAJ Claro que sabía que yo le quitaba sus cosas! El las tiene tatuadas en su cerebro jijiji. Pero esas copias las abandonó cuando ya recogíamos nuestras cosas de la oficina un día antes de que nos corrieran jejeje que tiempos

      April 4, 2011 at 6:15 pm

  9. Abadon

    Cuando lei ese cuento pro primera vez tube que ir a la antigua biblioteca México y pedir el revista de revistas de octubre de ya no recuerdo que año pense que jamás lo leeria de nuevo

    March 25, 2011 at 10:57 pm

  10. darkangelita

    Me gusta el cuento gracias por subirlo Clauzzen, aunque también me vino a la memoria la novela Reliquary de Douglas Preston y Lincoln Child en el capitulo donde los rugosos atacan el metro de Nueva York. Que miedo, ya no me dormiré en el metro 🙂

    March 25, 2011 at 1:40 pm

  11. Muñeco de Trapo

    wow!! pensé que jamás subirían el cuento!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    es genial en verdad genial
    sin palabras

    March 24, 2011 at 11:27 pm

  12. Bionick

    woooow

    me dejo sin palabras, y no mentire tmb sin aliento

    imaginate ahora como sera en pantitlan???

    March 24, 2011 at 6:52 pm

  13. Genial historia de horror, muy a la usanza urbana,jajajaja, esas leyendas son geniales… esta como la de los automovilistas que responden a juego de luces, son víctimas de cacería humana, de hecho hay una película, muy buena que hace uso de ésta leyenda urbana, y hace como 2 o 3 años, hasta en las noticias comentaron algo parecido: NO REPONDAN A JUEGO DE LUCES DE AUTOS QUE INICIALMENTE VAN SIN LUZ CIRCULANDO POR LA CALLE, porque eso es una respuesta para que sean presas… ayyyyy, qué espanto… pero en fin cosas que suceden o se leen o se creen….

    V.

    March 24, 2011 at 6:05 pm

  14. GuerreroNocturno

    ¡Wow! Que buen cuento, ya lo había escuchado en alguno de tus programas anteriores. Y lo había estado buscando por todas partes y no lo encontraba. ¿En que libro puedo encontrarlo?.

    March 24, 2011 at 3:50 pm

  15. Car Ve Cor

    Uyyyyyyyyy… si cierto!!!! hace añísimos que no me acordaba del cuento… a ver si no digo una barbaridad… pero creo que también Iñaki Manero lo leyo… en Rock 101… uyyy… a ver si no la regue… je… Saudos…

    March 24, 2011 at 10:08 am

    • no no estás bien..creo que si lo leyó y creo que yo le quite las copias 😛

      March 24, 2011 at 10:41 am

      • Car Ve Cor

        JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!!

        March 24, 2011 at 5:17 pm

  16. Lionhart

    si no me equivoco, ya un par de veces lo habías leído en tu programa…. me gusta..

    March 22, 2011 at 8:43 pm

    • Si como 2 veces. Es de los cuentos que constantemente me piden leer así que ahora ya sin tanto límite en subir algo un poco más largo…para que ya lo tengan 🙂

      March 22, 2011 at 9:06 pm

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